Permítanme comenzar por decir algo que otros políticos no dicen: nadie sabe qué hacer ante la actual crisis migratoria.
Estamos logrando buenos avances gracias a los compromisos de financiación de la Municipalidad y el estado, pero necesitamos asistencia federal. A falta de eso, la crisis continuará.
Sin embargo, un grupo extraño de compañeros en el Concejo Municipal de Chicago (que incluye concejales de los caucuses negro y latino, así como descendientes de inmigrantes irlandeses e italianos) están proponiendo una táctica diferente: eliminar la ordenanza de Ciudad Acogedora de Chicago, también conocida como nuestra ordenanza de ciudad santuario.
Dicen que esto disuadirá al gobernador de Texas, Greg Abbott, de continuar enviando solicitantes de asilo a Chicago con boletos de autobús, pero en realidad, estaríamos cayendo en el juego de Donald Trump y sus fanáticos.
La ordenanza es producto del legado del alcalde Harold Washington y no tiene nada que ver con los solicitantes de asilo. Se refiere específicamente a los derechos de los residentes indocumentados y a la protección contra la caza del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés).
Ser una ciudad santuario es una demostración de los principios de Chicago: les damos la bienvenida a los inmigrantes y respetamos su humanidad. La idea de que derogarla detendrá de alguna manera el flujo de migrantes o nos dará una “cobertura” moral para transportarlos en autobús a otras ciudades es una tontería. Lo único que conseguiremos es humillarnos a nosotros mismos y al Partido Demócrata.
Los habitantes de Chicago no representan la política de Trump de “construir el muro”. Rechazamos su xenofobia en el 2016 y el 2020, y debemos rechazarla ahora que nos acercamos a las elecciones presidenciales de 2024 y a la Convención Nacional Demócrata que se llevará acabo en Chicago en agosto.
La convención es un momento único de una generación para que la ciudad brille. En cambio, algunos de los líderes de nuestra ciudad están coqueteando con avergonzarnos en el escenario mundial y provocar profundas divisiones dentro del Partido Demócrata, que necesita estar unificado para evitar que Trump sea presidente por segunda vez.
Ya sea por decisión propia o por fuerza, todos somos descendientes de personas que vienen de otro lugar. Ya sea que su familia haya emigrado en la década de 1920 o en 2020, en barco o en autobús del sur de Estados Unidos, todos hemos pasado por persecución y opresión como forasteros.
Por eso es particularmente decepcionante ver a miembros de comunidades actualmente marginadas repetir como loros la misma retórica racista que se utilizan de manera rutinaria y exitosa para oprimirnos.
Estamos viendo [los históricos] “viajes de libertad” en reversa, donde los afroamericanos se manifiestan para detener la llegada de los autobuses. Estamos viendo pequeños grupos en comunidades de inmigrantes, a menudo financiados por partidarios de derecha, que protestan por albergar a los inmigrantes en sus comunidades.
No importa su origen, abrazar el racismo, la xenofobia y el aislamiento trumpistas no detendrá a la actual ola de solicitantes de asilo. En cambio, si el Concejo de Chicago muerde el anzuelo y valida el trumpismo en un ámbito, le da vida a su ideología y le permitirá extenderse a personas y lugares a los que nunca antes había tenido acceso.
A Trump y Abbott les encantaría que Chicago, que predica la tolerancia, el entendimiento intercultural y los derechos humanos básicos para todos, que cuando las cosas se ponen feas, tropiece.
Chicago no debe caer. Debemos seguir siendo una ciudad santuario por ley porque eso es lo que somos en la práctica. Nuestros 77 vecindarios son hogar de inmigrantes de todo el mundo. Hay comunidades negras, latinas, del Medio Oriente y asiáticas en toda la ciudad.
Nuestra diversidad, resiliencia y compromiso con nuestros principios democráticos deben quedar plenamente expuestos en la Convención Nacional Demócrata. Esa es la única manera de hacer que Trump y sus ideas racistas vuelvan a las sombras en donde pertenecen.
Chicago e Illinois se encuentran en el corazón de Estados Unidos. Somos la tierra de Lincoln y Barack Hussein Obama, dos hombres que no nacieron en nuestro estado pero que vinieron aquí para cambiar el mundo.
Eso es lo que deberíamos mostrarle al mundo el próximo año.
El senador estatal Robert Peters (D-Chicago) ha servido en el Senado de Illinois desde 2019 y representa al Distrito 13.
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